domingo, 24 de abril de 2011

"Vivir para siempre"




Trailer español- VIVIR PARA SIEMPRE
Días de cine: 'Vivir para siempre', de Gustavo Ron


Título Original: Ways to Live Forever
Dirección: Gustavo Ron.
Países: España y Reino Unido.
Año: 2010.
Duracion: 95 min.
Género: Drama.
Interpretación: Robbie Kay (Sam), Ben Chaplin (Daniel), Emilia Fox (Amanda), Alex Etel (Félix), Phyllida Law (abuela), Natalia Tena (Annie), Greta Scacchi (Sra. Willis), Ella Purnell (Kaleigh).
Guión: Gustavo Ron; basado en el libro de Sally Nichols.
Producción: Martyn Auty y Javier Gazulla.
Música: César Benito .
Fotografía: Miguel Pérez Gilaberte.
Montaje: Juan Sánchez.
Diseño de producción: Jason Carlin.
Vestuario: Susannah Buxton.
Distribuidora: European Dreams Factory.
Estreno en España: 29 Octubre 2010.


SINOPSIS

Sam es un niño de doce años al que le encantan recopilar historias y sucesos fantásticos. También le gustaría saber que se siente al tomarse el primer trago de cerveza, al dar la primera calada a un cigarrillo a escondidas…al besar a una chica. Sam quiere saber cómo se sienten los adolescentes porque él no llegará a serlo: tiene leucemia. Aunque los adultos sólo le responden con ambigüedades, él quiere conocer todos los datos y detalles sobre su muerte. Está dispuesto a averiguar las respuestas a todas sus preguntas y por eso decide escribir un libro.



CRÍTICAS

[Jaume Figa i Vaello, Colaborador de CinemaNet]

Hay muchos modos de vivir para siempre. Uno de ellos es convertirse en vampiro, y ya está. Otro es escribiendo una obra… Esto es lo que decide hacer Sam (Robbie Kay), y su mejor amigo, el gruñón pero entrañable Félix (Alex Etel) -que prefiere la opción vampiresca-, está dispuesto a lo que sea para que Sam pueda cumplir su lista de deseos antes de morir… Y es que así son las cosas: los dos protagonistas de Way to live forever, niños de 12 y 14 años respectivamente, están enfermos de leucemia y son perfectamente conscientes de que les queda poco tiempo de vida y tienen que aprovecharla al máximo.

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Ésta no es una historia sobre la muerte, sino sobre la vida; “sobre las ganas de vivir que tiene un niño de 12 años”, dice Gustavo Ron, guionista y director de la película. Pero es una historia que habla de la muerte, haciéndolo desde la atrevida perspectiva de un cuento. Sam es un niño muy vivo –despierto– que no está dispuesto a aceptar las respuestas simples que su amigo Félix da a los interrogantes que “los mayores no se atreven hacer”. No entiende por qué las cosas son como son y, sobre todo, por qué tiene que morir un niño de 12 años, pero lo acepta. Lo acepta y lucha para que su familia –sus padres y hermana– sufra lo menos posible a causa de su enfermedad… y de su muerte. Si puede, haciendo que todo sea como un juego. Quizá sea, también, esta sencillez o ternura la que enamore a Félix y le lleve a intentar buscarle la felicidad, aunque fuera robar un pedacito de cielo.

Si con Mia Sarah (2007), su opera prima, Gustavo Ron pasaba con un más que aprobado, con este su segundo largometraje se supera y demuestra que es capaz de contar grandes historias emocionando a su lector, pues el buen cine se lee. Vivir para siempre es un drama muy duro, con momentos para secarse las lágrimas y ratos para reír. Es duro no sólo por la historia en sí –adaptación de la novela homónima de Sally Nichols (en español “Esto no es justo“)–, sino también porque es difícil no prendarse del personaje de Sam –magnífica actuación de Kay–, identificarse con su sencillez y desparpajo al decir y contar las cosas, de su amor para con los demás y ver que no puede hacer nada para ayudarles. Es dura la pregunta sobre por qué Dios permite algo así, pero más dura ver que algunas de las respuestas son reales, pero difíciles de aceptar. Y el contraste con la dulce tosquedad de Félix –caramelo envuelto en papel de lija– obliga al espectador a meterse más en la historia y a reflexionar.

Aún no he leído el libro en español, pero pienso que el título se queda con un aspecto negativo de la cuestión: “esto no es justo”, frase que también se dice en la película. Gustavo Ron, que esta vez ha escrito el guión y está muy bien cuidado, supera ampliamente esta visión negativa que puede llegar a tener el libro -lo he empezado a leer-. Tiene, además, también unos toques surrealistas –esas historias contadas a través de paisajes de papel que van sucediéndose–, que le dan cierta originalidad. Con buen ritmo y, aunque me parece que uno de los demás personajes tiene un cambio un poco injustificado –no me avanzo a la historia–, todos están muy bien cuidados, especialmente la familia.

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En varios momentos del film, Sam dice que “hay cosas que son perfectas, de principio a fin”. ¿Qué significa? Hay que verla para entenderlo… Si alguien se atreve, cuando la vea, que me lo diga. Yo creo tener alguna respuesta, encerrada en el título. No se refiere a la película en sí, que no es perfecta; pero sí muy buena. No me extrañará ver que tiene un buen boca-oreja…


[Jerónimo José Martín, COPE ]

Formado en la London Film School, Gustavo Ron (Madrid, 1972) dirigió un documental —Venancio Blanco, el vihuelista de Navalcarnero— y tres cortos —Por un beso, Mi tipo de chica y Confuso—, antes de debutar en el largometraje de ficción en 2006 con la brillante fábula romántica Mía Sarah, la última película que protagonizó Fernando Fernán Gómez. En ella, Ron demostró muy buena mano con los actores, así como un abigarrado estilo visual, con sugerentes reminiscencias clásicas y, a la vez, con destellos de ese fascinante realismo mágico de cineastas como Alfonso Cuarón (La princesita) o Danny Boyle (Millones, Slumdog Millionaire).

Ahora, en su segundo largometraje de ficción —rodado casi íntegramente en Newcastle y en inglés —, Ron ha pulido las leves aristas de esa fórmula, la ha robustecido por fuera y por dentro, y la ha enriquecido con un toque indie, fresco y desenfadado, característico de grandes tragicomedias recientes, como Pequeña Miss Sunshine, Juno, Lars y una chica de verdad o Mi vida sin mí, de Isabel Coixet, filme con el que comparte una misma excusa narrativa. El resultado es una de las mejores películas españolas de los últimos años, que podría triunfar en Estados Unidos si pudiera entrar bien en tan difícil mercado.

A partir de la novela Ways to Live Forever, de la inglesa Sally Nicholls —titulada en España Esto no es justo—, el guión del propio director relata las humanísimas andanzas de Sam, un vitalista e imaginativo chaval inglés de once años, que padece una grave leucemia desde hace tiempo, y al que los médicos ya han puesto fecha de caducidad. Sus padres y su hermana pequeña no saben muy bien cómo actuar; pero Sam no pierde el ánimo, y escribe un diario y filma vídeos sobre sus vivencias cotidianas, con la ayuda de su abuela, de otro chaval con leucemia, de la terapeuta de ambos y de una chica que le gusta. En ese material, Sam y su amigo intentan encontrar respuestas a las grandes preguntas, mientras disfrutan de la vida, convirtiendo en una fascinante aventura cada uno de los pocos momentos que les quedan, pues es muy larga su lista de cosas que hacer antes de morir.

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Al igual que en Mía Sarah, son de altísima calidad la banda sonora de César Benito —sensacional en todo momento—, el montaje de Juan Sánchez, la fotografía —esta vez de Miguel P. Gilaberte—, la ambientación y todas las interpretaciones, especialmente las de los jovencísimos Robbie Kay —al que veremos próximamente en la nueva entrega de Piratas del Caribe— y Alex Etel que, a pesar del estirón que ha dado, conserva la inocencia y el carisma que mostró en la piel del hermano pequeño de Millones.

Todos estos elementos se integran a la perfección en la hipnótica puesta en escena de Gustavo Ron, muy bien planificada, llena de sustanciales movimientos de cámara y atenta siempre a todos los elementos narrativos y simbólicos de cada plano. Esto le permite saltar con fluidez de la comedia más hilarante —magnífica la secuencia de la ouija— al drama contenido, y de éste a la tragedia desbordada, ámbito en el que logra momentos de una enorme emotividad. Para eso, Ron se apoya a veces en originales transiciones, muy modernas, algunas de ellas articuladas en un teatrillo digital, magistralmente resuelto por la empresa española Miopía FX.

Alguno quizá considere demasiado sentimental el planteamiento de la película. Y a otros tal vez les pese el recurso de Ron a bellas baladas de transición, con la que hace avanzar la acción al tiempo que oxigena las situaciones más melodramáticas. Pero otros agradecemos que ponga toda la carne en el asador cuando quiere hacer reír o llorar al público. Al fin y al cabo, ese tono y esos recursos son empleados en las grandes películas contemporáneas antes citadas.

Además, Vivir para siempre nunca se queda en los simples sentimientos. A lo largo de todo el guión se desarrolla una profunda reflexión sobre el sentido de la vida, la muerte y el sufrimiento —de clara inspiración cristiana—, así como una reivindicación de la alegría de vivir —en las antípodas del hedonismo materialista dominante— y una preciosa exaltación de la familia como núcleo de solidaridad y realización personal. En este sentido, cabe destacar el arco dramático del personaje del padre —muy bien interpretado por Ben Chaplin—, desde su incómoda pasividad inicial hasta el conmovedor desenlace.

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[Ramón Ramos, CinemaNet]

Equilibrio Emocional

En 2008 se estrenaba Ahora o nunca en la que dos hombres antagónicos de edad avanzada, con cáncer terminal diagnosticado, deciden hacer una lista de las cosas que les quedan pendientes por hacer en la vida y llevarlas a cabo antes de morir. Ahora bien, ¿qué pasaría si en vez de ser dos personas con una vida ya hecha fueran dos chavales de doce años con toda una vida por delante quienes tienen los días contados? Este es el planteamiento de Vivir para siempre (Gustavo Ron, 2010), en la que dichos niños están gravemente enfermos de leucemia y quieren experimentar lo que hacen los adolescentes, una etapa de la vida de la que son conscientes que tienen muy cerca pero no llegarán a ella.

A pesar de lo particularmente duro del tema abordado, el film es muy agradable de ver debido al tono distendido con que es tratado, con momentos que combinan sonrisas, alguna carcajada y unas cuantas lágrimas. La línea que separa el sentimentalismo del pastelón es muy fina, igual que la frontera entre lo entrañable y lo frívolo cuando se introduce el humor en este tipo de historias. El director en este sentido juega con distintas emociones pero sin cargar demasiado las tintas en ninguna, de forma que no llega a cruzar esas delicadas barreras divisorias. Es por tanto una película muy equilibrada en cuanto al tratamiento de las emociones que maneja. No llega a ser tan intensa como La decisión de Anne, pero tampoco deja de tomarse en serio la importancia del asunto.

Por otra parte los actores Robbie Kay y Alex Etel son impresionantes, dos jóvenes promesas que llenan la pantalla en todo momento. Les acompaña otra actriz de su quinta, Ella Purnell, que si bien tiene buena presencia en pantalla, su papel es bastante secundario. Los adultos Ben Chaplin y Emilia Fox, en los roles de los padres del protagonista, también están muy correctos, pero queda patente que las estrellas de la función son los niños.

En definitiva se trata de una película muy notable, con emocionantes interpretaciones y una dirección muy equilibrada que demuestra un gran respeto del director tanto por el material que maneja como por el público al que se dirige.

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Gustavo Ron presentó la cinta en Madrid junto a los actores Alex Etel y Ella Purnell, en el cine Capitol de la Gran Vía madrileña.

Fuente:
http://www.cinemanet.info/2010/10/vivir-para-siempre/

1 comentario:

  1. Pinta muy bien,haber si la consigo. Gracias por la información. Besotes

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