viernes, 10 de agosto de 2012


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
EVANGELIO: Juan 12, 24-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.
El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará».

CLAVES para la VIDA
- En esta reflexión, el “discípulo amado” nos ofrece su visión de la “hora” de Jesús: ahora sí que la voluntad del Padre le pide que lo dé todo. De ahí que la muerte está presente; pero esa misma muerte se presenta como entrada en la glorificación. Es el momento culmen del camino de Jesús. Y los frutos de la entrega de Jesús se abren a todos los hombres, sin exclusión alguna, en este caso representados por los griegos prosélitos. Ésos sí “quieren ver a Jesús” (v. 21).
- “El que quiere servirme que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor” (v. 26): ésta es la propuesta de Jesús; él que siente su vida como el grano de trigo que tiene que caer en la tierra para germinar una nueva vida. “Ver a Jesús”, pues, es compartir con él esa situación de entrega y muerte para alcanzar de ese modo un tipo de vida que está por encima de toda existencia y realidad; es la “vida eterna”. ¡Impresiona encontrarte con estas propuestas! Y, hoy, son ofertas para mí. En vez de encerrarme en mí, se me invita a abrirme y gastarme, como el mismo Jesús. Y ésta es la forma de poseer una vida en plenitud y llena de sentido. ¡Cuántos interrogantes se me plantean hoy mismo! Si quiero ser seguidor y discípulo de Jesús... ¡ya sé cuál es el camino! ¡No hay escapatoria!

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