jueves, 4 de abril de 2013

 
Madre del resucitado, mujer de entereza y fortaleza;
Virgen de la fidelidad en medio del dolor y la muerte;
Lámpara que permaneciste encendida cuando muchas se apagaron;
Llama encendida que contagiaste ilusión;
Mujer valiente y orante que siempre creíste a tu Hijo.

LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA PASCUAL.

Hija del Padre que cantaste las maravillas del Dios de la historia
que se pone de parte de los pobres y excluidos;
Mujer nunca resignada ante lo injusto y lo adverso,
pero siempre dispuesta a ver en todas las cosas el paso salvador de Dios;
Caminante discreta que seguías los pasos de tu Señor y Mesías
sin querer robar el protagonismo a los apóstoles de tu Hijo:

LLENA NUESTRA CORAZÓN DE ALEGRÍA PASCUAL.

Mujer heroica por tu saber estar, tu saber hablar y tu saber callar;
Mujer paciente que sabes que las cosas de calidad maduran con el tiempo,
y que al corazón humano no le sirven las prisas y desesperos;
Hermana y amiga que sabes guardar secretos y que sabes, también,
contarle las cosas nuestras a tu Hijo mejor que nosotros mismos por
tu delicadeza y finura:

LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA PASCUAL.

Santa María, misionera empedernida,
que sobre una columna dicen que animaste al bueno de Santiago
que quería regresar a Jerusalén derrotado ante la dificultad de la misión;
Peregrina y emigrante que tuviste que refugiarte en Egipto hasta la muerte de Herodes,
y cambiaste de residencia para vivir tu vejez con tu nuevo hijo,
el discípulo amado;
Mujer ligera de equipaje a quien pudo transportar los ángeles
en tu peregrinaje definitivo al Cielo:

LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA PASCUAL.

Virgen del rosario y la letanía, que has escuchado tantas oraciones nuestras,
unas bien hechas y otras cansadas y somnolientas;
Madre de tantas ermitas, parroquias y santuarios,
que has visto multiplicarse tu nombre en infinidad de advocaciones,
porque todos te consideramos nuestra, y a todos atiendes y esperas;
Reina, cuya única corona somos cada uno de nosotros,
y que te llenas de luces cuando nos ves alegres y felices;
puerta siempre abierta, y teléfono sin contestador,
que no sabes de horarios y de citas previas
y que nunca bostezas cuando te hablamos
y te contamos nuestras miles de batallas:

LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA PASCUAL.

Espejo de justicia y santidad, que no te gusta la mentira,
la doblez de corazón, el disimulo, la murmuración o la envidia;
Trono de sabiduría que aguantas nuestros mantos y nuestras joyas,
pero que encauzas nuestra generosidad hacia tus hijos más pobres,
cuidadora solícita de las familias que nutres nuestros hogares de ternura y compasión;
fortaleza de enfermos
que sabes estar cerca de quien se le mueve los cimientos de la vida
cuando aparece la enfermedad o la posible muerte.

LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA PASCUAL.

Madre e hija de la Iglesia, que quieres que seamos comunidades abiertas,
acogedoras y solícitas; que mantienes las llamas de nuestros cirios siempre encendidos…

LLENA NUESTRO CORAZÓN DE ALEGRÍA PASCUAL.


 ¡VENCES, SEÑOR, Y VIENES DE NUESTRO LADO!
La noche que pretendía ser siempre noche
es rota y descolocada por la luz de tu rostro.
Y, las horas inciertas, resultan ahora ser eternas
con inmortal música de fiesta: ¡HA RESUCITADO!
La muerte, traicionera y demoledora de sueños,
es a tus pies, oh Cristo, humillada y rendida
Sometes, Jesús, y con tu conquista
todos nos sentimos agraciados
bañados en un torrente de salvación y de futuro
¡HAS RESUCITADO, SEÑOR!
Atrás quedaron las dudas y las traiciones
por delante nos aguarda el abrazo del Padre
A las espaldas quedaron deserciones y cobardías
falsos juicios y manos que pretendieron quedar limpias.
Ahora, en esta hora de la Noche Santa,
la humanidad es preñada de luz resucitada.
El llanto dará lugar a la alegría de Pascua
Las lágrimas se convertirán en oasis de esperanza
y, el aguijón de la muerte, aunque lastime
ya nunca tendrá la última palabra.
¡HAS VENIDO, SEÑOR, DE LA MUERTE A LA VIDA!
Hoy, con tu triunfo, levantamos el nuestro
Hoy, con tu vida, queda la nuestra sentenciada:
marcharemos, para volver definitivamente
moriremos, para resucitar ante el Padre
dormiremos, pero con tu muerte y resurrección,
seremos elevados a una existencia plena.
¡HAS VENIDO, SEÑOR, DE LA OSCURIDAD A LA LUZ!
Sigue, oh Señor, infundiéndonos valor y coraje
para que, en las frecuentes noches negras,
sepamos encontrar el mensaje de esta Pascua.
Sigue, oh Señor, engendrándonos fe y esperanza
para que, en las derrotas y en los fracasos,
no olvidemos el fruto de tu redención:
hay que morir para vivir.
¡GRACIAS, VENCEDOR DE LA MUERTE!
El mundo, asomándose a tantos vértigos
necesitamos de tu aliento y de tu rescate
El mundo, dejándose llevar por la apariencia
precisará, tarde o temprano, de la Verdad Eterna
¡GRACIAS, CONQUISTADOR DE LA VIDA!
Ha merecido la pena seguirte, amarte
y ser testigo de esta noticia en nuestra tierra
Javier Leoz

El tiempo pascual comprende cincuenta días (en griego = "pentecostés", vividos y celebrados como un solo día: "los cincuenta días que median entre el domingo de la Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo".

El tiempo pascual es el más fuerte de todo el año, que se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas hasta Pentecostés.
Es la Pascua (paso) de Cristo, del Señor, que ha pasado el año, que se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas, hasta Pentecostés. El origen de esta cincuentena se remonta a los orígenes del Año litúrgico. Los judíos tenían ya la "fiesta de las semanas" (Dt 16,9-10), fiesta inicialmente agrícola y luego conmemorativa de la Alianza en el Sinaí, a los cincuenta días de la Pascua.
Los cristianos organizaron muy pronto siete semanas, pero para prolongar la alegría de la Resurrección y para celebrarla al final de los cincuenta días la fiesta de Pentecostés: el don del Espíritu Santo. Ya en el siglo II tenemos el testimonio de Tertuliano que habla de que en este espacio no se ayuna, sino que se vive una prolongada alegría.
Dentro de la Cincuentena se celebra la Ascensión del Señor, ahora no necesariamente a los cuarenta días de la Pascua, sino el domingo séptimo de Pascua, porque la preocupación no es tanto cronológica sino teológica, y la Ascensión pertenece sencillamente al misterio de la Pascua del Señor. Y concluye todo con la donaci6n del Espíritu en Pentecostés.

La unidad de la Cincuentena que da también subrayada por la presencia del Cirio Pascual encendido en todas las celebraciones, hasta el domingo de Pentecostés. Las celebraciones litúrgicas de esta Cincuentena expresan y nos ayudan a vivir el misterio pascual comunicado a los discípulos del Señor Jesús.

Las lecturas de la Palabra de Dios de los ocho domingos de este Tiempo en la Santa Misa están organizados con esa intención. La primera lectura es siempre de los Hechos de los Apóstoles, la historia de la primitiva Iglesia, que en medio de sus debilidades, vivió y difundió la Pascua del Señor Jesús. La segunda lectura cambia según los tres ciclos: la primera carta de San Pedro, la primera carta de San Juan y el libro del Apocalipsis.

No puedo creer que aun sigáis pensando
que en este tiempo extraño nada hay nuevo que ofrecer.
Me cuesta pensar que aquellos ideales de renovar la tierra
no son más que ingenuidad, ahora solo bastaría con mirar alrededor,
este tiempo es el momento oportuno para Dios,
porque a partir de ahora, todo puede empezar a cambiar,
pongo el ardor de mi Espíritu en vuestra fragilidad.

Os envío a la vida de todos los días,
a la gente que está con vosotros y al lado camina.
Os envío al de cerca y también al de lejos,
a cruzar los caminos del mundo
y a anunciar la presencia del Reino.
Os envío para que confortéis al que sufre
y seáis levadura de gozo, amor y ternura.
Os envío como el Padre me quiso enviar
y sabéis que yo estoy con vosotros para siempre hasta el final.

Para esta misión no hacen falta héroes,
conozco tantos miedos que os impiden caminar
y creo en verdad que un corazón joven
no queda insensible ante el dolor de los demás.
Ahora solo bastaría con mirar al interior,
nuestro tiempo es el momento oportuno para Dios
porque a partir de ahora todo puede empezar a cambiar,
pongo el ardor de mi Espíritu en vuestra fragilidad

Os envío a la vida de todos los días,
a la gente que está con vosotros y al lado camina.
Os envío al de cerca y también al de lejos,
a cruzar los caminos del mundo
y a anunciar la presencia del Reino.
Os envío para que confortéis al que sufre
y seáis levadura de gozo, amor y ternura.
Os envío como el Padre me quiso enviar
y sabéis que yo estoy con vosotros para siempre hasta el final.

Porque a partir de ahora, porque a partir de ahora,
todo puede empezar a cambiar, porque a partir de ahora…
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