miércoles, 15 de mayo de 2013

Este domingo celebramos la fiesta de Pentecostés. Con ella terminamos el tiempo de Pascua y volvemos al llamado litúrgicamente Tiempo Ordinario. Pero para el que ha pasado "internamente" por la experiencia de la Pasión y la Pascua, ya nada puede tener de ordinario el día a día. Cada día es una nueva oportunidad de encuentro con Jesús Resucitado, que vive en el mundo, que trabaja junto a nosotros y con nosotros en hacer real el Reino de Dios.
En esta fiesta de Pentecostés recordamos que esta tarea que tenemos por delante de transformar el mundo, no es algo que dependa de mis fuerzas. Nada podré hacer si no me dejo primero transformar por el Espíritu Santo que recibo de Dios y que me habita. Si no dejo que sea él quien actúe a través de mí. Si no dejo que sea él mi fuerza y mi ánimo.
 No es un trabajo fácil. Quizá hoy en pleno siglo XXI el asumir que algo no depende de mí sea una de las tareas que más nos cuesta. Asumir con humildad que no va a ser mi dedicación, mi trabajo o mi esfuerzo lo que cambien mi vida o el mundo. Que sólo si escucho y dejo actuar al Espíritu que Dios me envía estaré realmente ayudando a dar forma al Reino de Dios. Y sobre todo, será entonces cuando podré ser testimonio para otros de lo que significa ser cristiano y les podré transmitir la verdadera alegría que me llena.

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a un viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. (Hechos 2, 1-4) 
 
Aquí he venido a estar con ustedes en esta noche bendita.  Bendita noche en la que me has convocado, la noche de la acción del Espíritu en el orbe entero, vengo con algo deprisa, pues el mundo me requiere en muchos lugares, y los cristianos como ustedes han de ENTENDER que soy imprescindible en la explicación de las cosas de Dios. Ustedes han sido la prioridad en la multiplicidad de compromisos que tengo. 

En este mundo que camina a pasos apresurados, entender las cosas requiere prioridad, las cosas de Dios, sobre todo su Palabra, son esenciales en la vida de los cristianos.

De lo que sí estoy muy seguro es que Dios, que inició esta buena obra aquí en su parroquia (capilla, decanato, zona, diócesis), la llevará a feliz término el día que Cristo Jesús nos reúna en su Reino (Flp.1, 6).

Tienes entonces una tarea muy significativa desde hoy, es ser discípulo de Jesús, motivándote a conocerlo cada día más aprender más y más de su Evangelio, de sus actitudes y sus ejemplos que él nos dejó, somos cristianos porque CRISTO es nuestro horizonte de vida.

Por lo tanto, difundiendo la Palabra de Dios, estas siendo signo de ENTENDIMIENTO para quienes aún por diferentes circunstancias de la vida aún no lo conocen.

Quiero invitarte a que seas SAL Y LUZ DEL MUNDO, sobre todo en aquellos lugares en donde Jesús aún no es conocido, ni amado y de un modo muy especial ahí donde se necesite sentir al Señor mucho más cerca, con los pobres, los enfermos, los presos, los jóvenes que están solos, desesperanzados. 

Soy tu amigo, por ello nunca te abandonare en esta misión de llevar la Buena Nueva y dar a entender al mundo que DIOS es PRIORIDAD en nuestras vidas.


Estamos cansados de violencias y de guerras. Señor, te pedimos el Espíritu de la Paz.
Queremos ser hombres de paz, de paz interior, apoyados en ti; de paz con nuestros hermanos y con nuestros enemigos. Queremos luchar contra la paz falsa, cuando sólo sea la tranquilidad de unos pocos. No queremos 'que nos dejen en paz' ni buscar la paz metidos en un agujero. No renunciamos a trabajar porque la paz se pueda vivir en la calle y en la fábrica, en la plaza y en la Iglesia. Danos el Espíritu de los pacíficos, de los que no usan la violencia, de los que perdonan y hacen las paces.
No nos sirve un futuro sin paz o con la paz amenazada por las armas. No aceptamos las pro-mesas de una paz levantada sobre hombres sometidos por el peso de estructuras o de esta-dos. Esperamos la paz de los hombres libres, y queremos hoy ir construyéndola respetando la libertad de cada uno y apoyando la paz de todos.
Buscamos la paz que no es pasotismo ni indiferencia por los problemas del hermano Queremos la paz que trae la justicia, porque la otra no es paz sino mentira, violencia callada que oprime y margina. Queremos la paz de Jesús, no la que nos da el mundo, sino la de hablar con libertad y compartir el pan con los hermanos.


Creo en el Espíritu Santo, “Señor y dador de ida”.

Creo en su soplo, imperceptible pero lleno de fuerza, que nos estimula a crear comunión con nuestros hermanos y formar una comunidad de salvados.

Creo que él nos hizo renacer en las agua del bautismo y nos constituyó hijos de Dios y hermanos de Cristo Jesús.

Creo que en la confirmación se renueva la gracia de Pentecostés y, fortalecidos con su unción, nos enviará como miembros de un pueblo profético a dar testimonio de Cristo en medio del mundo.

Creo que el nos constituye en una comunidad celebrante para glorificar a Dios Padre y participar en el misterio de Cristo con la oración y los sacramentos.

Creo que él hace siempre actual la Palabra de Dios que se proclama en nuestras celebraciones y suscita nuevas energías para que luego sea vivida en nuestra existencia.

Creo que él es quien suscita y anima nuestra oración, para que sea “en espíritu y en verdad”: la oración de los hijos que se dirigen a Dios como a su Padre.

Creo que él , a cuantos cada domingo , participamos en la eucaristía , nos llena de su energía, de su novedad, de su vida.

Creo que él es la sueva y eficaz memoria que nos hacer revivir día a día la Pascua salvadora de Cristo en nuestra vida.

Creo que él os anima a ser testigos y misioneros del evangelio de Cristo en nuestra familia y en nuestra sociedad.


Cuando decimos "las apariencias engañan" estamos manifestando la sorpresa de haber creído que alguien era de una determinada manera y descubrimos que no se corresponde con la realidad.
Podemos creer, incluso "querer", a personas por sus valores, su forma de ser, su sinceridad, su claridad en la vida y, con el tiempo, descubrir que bajo esa piel de cordero se esconde un lobo que nos acecha y desconocemos sus intenciones.
Es entonces cuando decimos "las apariencias engañan, pensé que tal persona no era lo que en realidad es".
Es en ese momento cuando nos viene la decepción, la duda e incluso el arrepentimiento por haber creído en esa persona.
Cierto es que esto sucede en la vida y que es una pena que no nos mostremos tal cual somos por temor a desconocer el interior del otro... pero también es cierto que debemos hacer una y otra vez el ejercicio de creer en los demás a pesar de que a veces esto ocurra.
La piel de cordero se la ponen aquellos que desconfían de si mismos, aquellos que ocultan su verdadero rostro, los que "no se quieren" por dentro y los que caminan por el mundo insatisfechos.
Sí eres de los que creen que merece la pena ser lo que eres y vivir lo que vives... confía en que puedes ayudar a que la piel que cubre a los lobos transparenten un corazón grande con tu testimonio y ejemplo de vida.

Encar_AM
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