miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA PIETÁ DE MIGUEL ÁNGEL


Sus dimensiones son 174 por 195 cm. Se encuentra en la Basílica de San Pedro del Vaticano, en Roma.  
       La obra fue encargada por el cardenal de san Dionisio, Jean Bilhères de Lagraulas o de Villiers, benedictino embajador del monarca francés ante la Santa Sede, al que el autor conoció en Roma. El contrato entre el artista y el cliente se firmó el 26 de agosto de 1498, y en el que se estipulaba, además del pago de 450 ducados de oro, que habría de estar terminada antes de un año, y en efecto, dos días antes de cumplirse el plazo la obra maestra ya estaba terminada, cuando el cardenal había muerto unos días antes, por lo que su primer emplazamiento fue sobre la propia tumba del prelado en la Capilla de Santa Petronila del Vaticano. La Piedad fue trasladada en 1749 a su ubicación actual en la Basílica de San Pedro, la primera capilla a la derecha.
Algunos aspectos a tener en cuenta para analizar esta obra:
  • El Material: Miguel Ángel eligió él mismo el bloque de mármol blanco que iba a usar de las canteras de los Alpes Apuanos de la Toscana. El bloque tenía que ser el correcto, ya que la escultura está realizada con uno sólo, no varios unidos. El mármol  es para el artista florentino el más noble de los materiales y el más dúctil para extraer de él las formas humanas.
  • La Técnica: Una de las cosas más sobresalientes es la técnica escultórica que Miguel Ángel usaba. Según él, la propia naturaleza de la escultura estaba en el interior del bloque de piedra. El artista unicamente la sacaba a la luz, con paciencia y detallismo, la imagen que estaba atrapada en el bloque de mármol. Esculpir era pues extraer la figura del bloque, como si saliera de un mar de arena ya entera e intacta, deslumbrante en su perfección.
  • La Armonía: Este es uno de los rasgos típicos de todo el arte renacentista, por  lo que un Miguel Ángel todavia joven  deudor de donatello, aparece aquí como un fiel exponente de este afán. La armonía y el contraste están presentes en esta obra: entre el brazo caído de Jesús y el brazo derecho de la Virgen; el tratamiento de claroscuros profundos en los pliegues del vestido de la Virgen con la piel de Jesús, lisa. Otro poderoso contraste lo hallamos en los ejes vertical y horizontal de las dos figuras, que se contrarrestan para ofrecer una imagen global armoniosa y coherente, equilibrada.
  • La Virgen: El rostro de la Virgen es el de una niña, joven y pura, eternamente virgen. Miguel Ángel es consciente de que la diferencia de edad entre el Cristo muerto y su madre es muy evidente. Lo que pretende hacer no es un retrato realista, sino idealizar la figura de la Virgen llena de pureza y juventud. La madre ofrece, a su vez, en un gesto de generosidad que se plasma en su brazo extendido, el sacrificio de su hijo, redentor de la humanidad. La serenidad del rostro y su belleza infantil la convierten en un arquetipo idealizado.
  • El Sfumatto: Una técnica escultórica muy usada en el Renacimiento fue el sfumato. En este caso lo vemos en la forma de representar los músculos, que están como difuminados en la superficie marmórea; modelados con suavidad y dulzura, a pesar del detallismo con el que el escultor representa músculos, tendones y piel.
  • El Dolor: Miguel Ángel nos presenta un cuerpo muerto, sin rastros de sangre ni de dolor. Después del Calvario, nos lo muestra con la dignidad del hijo de Dios. Por eso, se retoma la idea del retrato idealizado, no se pretende un retrato realista del dolor. No obstante, una mirada atenta descubrirá la herida en el costado y los estigmas de la pasión en manos y pies. La imagen es, en consecuencia, un prodigio de serena aceptación ante la muerte y un poderoso estudio anatómico en reposo.
  • La Cinta: Miguel Ángel realizó esta escultura con 24 años. De ahí que los críticos fueran suspicaces a la hora de su autoría. Miguel Ángel, con gran carácter, discutió con ellos y grabó con el cincel su nombre en la cinta que atraviesa el pecho de la Virgen. Por ello, la Piedad es la única escultura firmada por el artista. Genio y vanidad de un artista que luchó denodadamente por afianzar la condición intelectual, y no meramente manual, del trabajo del escultor, peor considerado en su época que el del pintor o el arquitecto.
  • La Composición: En el Renacimiento, el arte estaba supeditado en gran medida a las formas geométricas, como esenciales y puras. Aquí, la composición se engloba en un triángulo desde la cabeza de la Virgen hasta la base más ancha del conjunto. No hay que olvidar la relación entre el triángulo y la divinidad. Ni tampoco que esta figura expresa mejor que cualquier otra la idea de equilibrio y perfección que anima tanto el arte clásico como el renacentista.
  • El Tema: era la primera vez que el artista abordaba este tema iconográfico, luego repetido a lo largo de su vida con diversos tratamientos, que ponen de manifiesto su evolución artística y espiritual. La última de esta serie de Piedades sería la denominada Piedad Rondanini, que dejó inacabada al caer enfermo y morir, y cuyo patetismo, que anticipa el barroco, nada tiene que ver con la serenidad clásicamente renacentista de esta obra de juventud. El tema subraya, además, la profunda religiosidad del artista, que a lo largo de toda su vida se atormentó con la imagen de Cristo muerto sobre el regazo de su madre.
Vasari dijo de ella «es una obra a la que ningún artífice excelente podrá añadir nada en dibujo, ni en gracia, ni, por mucho que se fatigue, en poder de finura, tersura y cincelado del mármol»..

http://tom-historiadelarte.blogspot.com.es/2012/02/la-pieta-de-miguel-angel.html


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